No siempre me he preguntado sobre
la existencia de Dios, hace unos años tenía la firme convicción de que existía,
y aún más, habitaba en mí. Sin embargo, con el transcurrir de los años y en la
plenitud de mi adultez, sé cuán equivocada estaba creyendo en esa fuerza
omnipotente, omnipresente y celestial.
Hoy por hoy, es palpable la
realidad cotidiana de su ausencia, se puede notar en la medida que crece el
poder del hombre con furia ciega. Aquél, es simplemente el reflejo de la
incapacidad y pequeñez del individuo ante el mundo, ante la sociedad y lo que
es peor, ante su yo interior; por ello tuvo que crear una idea, un pensamiento en
quien expiar todas sus culpas y le llamó Dios, profanando, prostituyendo y
denigrándose a sí mismo. La razón: Necesita creer en algo, para esconder sus
falencias, traumas e incapacidades, es la imperiosa urgencia de vivir siempre
agazapado, arrodillado, mirando a su verdugo desde abajo, al ras del suelo;
esto en últimas, lo mantiene a flote, como un sobreviviente.
Pero, si existiera, ¿cuál espacio
habita Dios que no sea la mente de aquéllos menesterosos? Solo tiene cabida en
espíritus defectuosos y pusilánimes, débiles mentes compasivas con ese monstruo
poderoso, pero inclementes cuando se autodestruyen, cuando se fustigan.
No puedo comprender ahora, cómo
Dios a través de la religión se adentra con tal magnitud y echa raíces tan
fuertes, para destruir o componer un alma afligida y doliente, sino se ve
porque no es real. El creyente se deja aniquilar por su fe, por la creencia en
un milagro, siempre adherido a la esperanza a través de una oración, una
imagen, un sacramento, un rito, invariablemente aburridos, muchas veces repetidos
a través de los siglos sin entender siquiera el sentido de lo que reproduce.
Tampoco entiendo cómo aferrarse a
pensamientos y milagros o hechos atribuidos a Dios, susceptibles de no
solamente ser tildados de intangibles sino de insensatos, Dios no existe, no se
manifiesta a través de apariciones, ni de parábolas, ni nos habla a través de
la Biblia, así como esta no es la Ley de Dios. Cómo creer además en su
benevolencia y su bondad, si cuando abro los ojos diariamente y asomo mi cabeza
al mundo cada mañana, solo escucho y veo las cosas más tristes y sucias que le
suceden a la raza humana, si habitara entre los hombres según como lo describen,
tendríamos un amanecer diferente: sin plagas, enfermedades terminales,
hambrunas, violencia, catástrofes naturales, ¿se le hace daño a un hijo, cuando
se le ama tanto?
Ahora bien, si somos hechos a su
imagen y semejanza, entonces el hombre es una fiel reproducción y mezcla de lo
más horrible en que se pueda pensar, luego, es un Frankestein compuesto de
homicidas, ladrones, secuestradores, abusadores, pederastas, curas paidófilos,
corruptos, violentos y hasta políticos. Este no es un panorama alentador, por
lo tanto, sigo con mi firme posición de ser atea hasta los huesos y hasta el
final de mi existencia, creyendo en mi mente y en mi existencia cierta.
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